
Hace unos días atrás me reuní con algunos amigos de los cuales no sabía nada hace mucho tiempo, la situación en el reencuentro fue diferente, la visión y el sentimiento que tenía cambió, ya no veo a los amigos como los veía años atrás, cosa que me asustó.
Cuando era más joven pensé que tendría amigos para toda la vida,
las personas que crecieron conmigo se volvieron tan vitales que ejercí cierto
celo y pretendía dominio sobre sus vidas, un día se fueron sin decir más, mis
expectativas se murieron y las de ellos crecieron.
Le reunión tenía el fin de homenajear a Andres, un compañero de
años que se había graduado de la universidad y emprendía nuevos pasos para
continuar creciendo profesionalmente; me encantó verlo, estaba muy cambiado en
el aspecto físico y espiritual, me encontré con un hombre inteligente, sabio,
bueno, transparente y grande por lo que no pude más que sentir satisfacción y
darme cuenta que el tiempo distante fue útil y el suficiente para nuestras
vidas.
Los amigos son seres enviados para dar sabor y color a ciertos
momentos, algunos se quedan para toda la vida, otros se van y vuelven, mientras
que otros parten para nunca regresar; sea como sea, en eso también se mide la
condición humana de los hombres, a veces pensamos que los amigos deben
solucionarlos la vida, deben tener siempre la palabra correcta y el tiempo
adecuado para dedicar al otro, nos volvemos envidiosos y pensamos que ‘si no
está conmigo, está en contra de mi’, lo que no es más que un acto envidioso que
parte de la inmadurez de una persona que solo pone expectativas en los de más.
Déjame decirte algo:
La vida que se nos dio es independiente por lo que los caminos
también lo son, emprender y despegar en ella de una manera segura tiene que ver
mucho con las expectativas que pones en las personas que te rodean, a veces se
le dedica más tiempo a un amigo que a uno mismo, como también dinero, espacio y
se les da un lugar en el que se vuelven vitalicios.
Crecer, tener amigos y ser amigo es un acto de madurez.
No es bueno calificar a las personas bajo patrones dobles y
extremos, positivos y negativos, buenos y malos, poco o mucho, a veces
nisiquiera es necesario calificar a alguien, lo mejor es disfrutar de lo que te
puede aportar. Te darás cuenta que creces como amigo en el momento en el que
dejas de pensar en que el otro te debe dar cosas y empiezas a formarte para que
seas tú el que las dé, cuando valoras cada palabra de tu compañero, retienes
las buenas y desechas las malas sin ejercer juicio alguno sobre su pensamiento,
cuando tienes la libertad de resaltar sus virtudes y evocar sus éxitos sin
sentir celos, cuando hablas de las personas que se fueron tratando de que su
memoria sea recordada de la mejor manera, cuando dejas que el otro crezca sin
imponerte con opiniones que estancan, sino motivando a seguir el camino que
decide o le toca, pero que al final de cuentas es suyo. Te darás cuenta que
eres buen amigo el día en el que alcanzas alguna meta y le pides al cielo
que así como tú, todos tus cercanos puedan hacerlo.
Todos los amigos escribieron en el muro de tu vida, si no te gustó
lo que algunos dejaron solo bórralo, no lo juzgues, porque cuando te dedicas a
juzgar a alguien que te hizo daño o no te aportó nada, estas cometiendo dos
delitos contra ti: primero, estas estancándote con las palabras que suelen ser
más poderosas de lo que crees y segundo, estás perdiendo tiempo
renegando, teniendo tantas cosas buenas por las que agradecer...
Por:
David Parrado