
Sin
saberlo desde el momento que usted toma una copa de vino, una lata o botella de
cerveza o una garrafa de chicha, se
cruza un umbral denso, donde el tiempo y el espacio parecen dividirse y ponen a
prueba sus sentidos. Su capacidad de pensar. Sin saberlo, usted querido
amigo expande su visión sobre el mundo, su cuerpo trascienden las barreras de
la materia y evoluciona a una especie distinta.
Creo
que con las anteriores líneas queda clara mi posición sobre el consumo del
alcohol. Pero debo aclarar y si por error
este texto llega a manos de mi madre, no soy un alcohólico. Simplemente
mi capacidad de sorprenderme como un niño hace que encuentre en el “lubricante
social”, como alguien en algún momento
llamó al alcohol, la esencia de todos nuestros aciertos y fracasos. La cuota
inicial de las mejores experiencias, o en el peor de los casos, las embarradas
más monumentales hasta hora vividas.
Bajo
los efectos del dios griego Dioniso, o más conocido como Baco, es decir; estar
tomado o ‘prendidito’, la capacidad de decisión se potencializa, la persona
tímida se transforma en un ser locuaz. Y
el que es limitado por no saber bailar asombra a todos con su ‘caminata lunar’
al estilo Michael Jackson. Obviamente el licor no genera esos efectos en
mí, ya que medianamente tomo decisiones, hablo y hasta bailo. Recuerdo que
alguna vez estando en el centro de Bogotá a altas horas de la noche, en un
pequeño bar donde consumía licor, terminé en Soacha porque un viejo amigo
aseguraba tener vino y aguardiente en su nevera. Al llegar allí, solo
encontramos una cerveza Águila en lata la cual se evaporó en pocos segundos ya
que éramos muchos y de a un sorbo nos tocó.
Retomando
el tema, es importante que sepa que cuando se está ejerciendo el acto de beber
usted adquiere unas obligaciones y deberes. Por ejemplo, y cumpliendo con la
obligación moral y civil; “Si va a tomar, no maneje”, no vaya a ser tan
irresponsable con usted y los demás. Recuerde esto –Quien mezcla la gasolina
con el licor es un propenso suicida y un peligroso homicida-.
Entre
sus obligaciones también está el hecho de que nunca y bajo ninguna
circunstancia va a aceptar que se está borracho, en su defecto diga que está contento y que tanta efusividad lo saca
de sí.

Beber
es un acto social en sí mismo. Usualmente lo hacemos acompañados por alguien
que cuenta con una significación importante para nosotros. Beber representa la
celebración de algún logro, la conquista de una meta, el reencuentro con algún
viejo amigo. Beber también puede ser un trago amargo, puede darse en una
situación difícil como una decepción amorosa, la muerte de un ser querido o en
momentos de depresión y ansiedad…
Momentos
para consumir alcohol hay muchos, pero lo invito a que cuando decida cruzar el
umbral y a poner a prueba su personalidad bajo la influencia del alcohol, lo
haga con responsabilidad. Beber no es emborracharse, no es perder el control. Beber es la oportunidad de compartir.
Ser responsables con el alcohol también es decir –No-. La vida no está al final
de una botella de licor. Pero sí puede acompañar sus días con un brindis
ocasional, chocando copas con quien usted quiere, y compartiéndole una sonrisa.
Por: Camilo Fresneda
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