jueves, 1 de junio de 2017

Decálogo sobre el cambio - Por un nosequiencito con gafas

Lo único que nunca cambia, es el cambio



Un cambio de look
Hay cosas que son difíciles de reconocer en la medida que comprometan los conceptos que se tengan sobre alguna persona o cosa. Le tenemos miedo y pavor a que confronten nuestras ideas del presente con ideas del pasado porque esto puede tener ciertos matices de inmadurez y falta de carácter. Estúpidamente le pedimos a las personas que no cambien de parecer, que se mantengan, que tenga palabra.

El escenario más inclinado a esta tesis es el de una relación amorosa. En la atmosfera del amor se vale hacer promesas, planes y decir gran cantidad de cursilerías; que nos vean actuar con firmeza en la toma de decisiones y congregar en nuestro lenguaje un mundo de radicalismos que a simple vista son diáfanos, pulcros y sinceros. Parece que tenemos todo en orden y que nada va a cambiar. Pero no es así, todo se desordena y todo cambia, aunque sea muy difícil reconocerlo.

Hace poco estuve hablando con una gran amiga sobre la cantidad de ideas (algunas ilusas) que teníamos sobre el mundo y la vida cuando éramos niños y en parte de nuestra adolescencia. Creíamos que el sexo siempre tenía que estar ligado al amor, el amor a la reproducción y la reproducción a un proyecto de vida. Que el mundo estaba hecho para los justos y correctos, y que a los que más mal les iba en la vida era a quienes hacían eso… el mal; a los ladrones, asesinos, violentos o políticos. Nunca contemplamos la idea de que alguien pudiera tener hambre sin que se le atendiera con un pan, o al sediento con agua. Que estábamos en este mundo para ayudarnos, para crecer.

Todo cambió el día en que decidimos, con mucha culpa, terminar una relación sin un gran motivo; tener sexo con un desconocido; enamorarnos solo por una noche; cambiar hijos por perros; levantar la voz a quien quisiéramos; a decir NO cuando se nos dio la gana y a decir SI solo porque la gana se nos dio. Todo cambió cuando dejó de importarme la gente y cuando dejé de importarles a ellos. Todo nos cambió cuando nos acostumbramos a guardarnos el pan y el agua para nosotros, para cuando lleguen nuestras crisis. ¡Para cuando todo cambie!.  En cuanto a los políticos, son a los que mejor les va, los que pueden estudiar en las mejores universidades y darse los mejores lujos. Son ese cáncer que Dios le mandó a la humanidad para que reaccionara y se diera cuenta que acá todo está patas arriba y así estará por los siglos de los siglos… ¡Amén!.

No hay que tener miedo de cambiar de opinión, de cambiar conceptos. Cada año, cada día o cada hora. De seguro le llamarán bipolar o de alguna manera ofensiva, más si está en Colombia, aquí lo mejor es mantener distancias de mínimo 1 kilómetro entre ciudadano, porque colombiano y colombiano cerca terminan matándose.

¡Al carajo!

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