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Autoretrato: Daniel Segura Bonnet |
No lo llamen paranoia, no lo
llamen desorden mental. Aléjese si puede, déjeme que esto no le pertenece,
tampoco a mí, pero fuí el escogido, a diferencia de usted, para lidiar la lucha.
Cada día es un nuevo mundo, creado desde que silencio la alarma. Entonces me levanto, y como una gaza que pasa en segundos, los pensamientos del día me aceleran el corazón. Mis ojos no se fijan en nada, mi mirada está perdida en sí misma. Aunque no hay riesgos en el momento porque mi cuerpo responde a la costumbre del espacio de mi casa, todo está aparentemente bien.
Cada día es un nuevo mundo, creado desde que silencio la alarma. Entonces me levanto, y como una gaza que pasa en segundos, los pensamientos del día me aceleran el corazón. Mis ojos no se fijan en nada, mi mirada está perdida en sí misma. Aunque no hay riesgos en el momento porque mi cuerpo responde a la costumbre del espacio de mi casa, todo está aparentemente bien.
Me bloqueo mientras camino
en la oscura calle. Siento como entidades conspiran para atacarme en cualquier
momento. Debo estar atento, llegar a mi destino, caminar con sutileza y no
molestar a nadie. Ahí viene el autobús ... estoy a salvo.
Tomo mi asiento, lejos de
todos, y no paro de pensar, "¿qué pasará si mi jefe me pregunta algo que no se?" o "¿si mis compañeros se dieran cuenta que mis jeans son los mismos de ayer?". "¿Qué
palabras usaré con la chica que me gusta para invitarla a comer?", "¿cómo le haré
el reclamo al señor del bus si no escucha mi llamado de parada?", "¿de dónde
sacaré energías para mis clases en la noche?".
"¿Tomé la ruta correcta?", no
lo recuerdo, miro a las personas con cuidado de no molestarlas, solo para
identificar si son con las que regularmente me voy. "Sí lo son". Ya estoy muy
cansado, un día está por delante.
¿Estaré enfermo? Si me toca interactuar con personas, prefiero un espacio en el que nadie tenga que hablar, como un cine o un museo. Me altero cuando los demás gritan. Me desestabiliza ver que alguien es seguro. Me aterran los que tienen el control de su entorno.
Nadie va a querer hablar con
una persona ansiosa, lo mejor es callarme, y si hacen alguna pregunta,
bloquearme, esperar a que el momento se acabe; porque aunque parezca que no lo
sé, ¡no hay momentos eternos!.
La ansiedad sabe contar
historias y es muy convincente. Tiene mucho de donde tomar para penetrar las
llagas que dejó la salud cuando se fue. Mientras ella habla me muerdo las uñas,
rasco mi cabeza, se mueve mi intestino y mis manos tiemblan. La respiración se
queda corta y a la mitad del día solo quiero dos cosas, alejarme y comer por
cantidades.
Necesito evadir los
pensamientos que me están agotando porque sé que debo hacer algo. Ahora un
joven de 23 años camina como si tuviera 80, las esperanzas de la mañana han
muerto.
El día se ha acabado y con
él las ganas. Con esto no puedes planear nada a futuro, cada día es un fracaso.
Mi licencia de vivir se está consumiendo.
Me han succionado todo el
poder. La ansiedad es como un circuito energético que no tiene botón ni
conexión para detenerlo. No te deja, no te ayuda. Es un bombardeo de
pensamientos sobre situaciones que no
han sucedido. Al final del día y hasta de la vida, no tienes nada, todo por el
temor de hacer algo.
Por: David Parrado
@daveparrado
¡Genial!
ResponderEliminarMucho de cierto :(
ResponderEliminarwow
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